«A ese doble lector va dirigida esta colección: al primerizo hambriento de novedades, que aún ignora que lo moderno es lo olvidado y que quizás no podría encontrar esas aventuras en otro lugar, y al veterano a quien se invita a una segunda incursión pausada, lúcida, puede que melancólica, pero tan feliz como puede serlo el reencuentro con los viejos amigos, personajes y peripecias que nunca se borraron por completo de su memoria. «
En busca de la biblioteca perdida
Hay libros que están en las bibliotecas pero ya no están en las librerías. En cierta clase de lectores eso suscita una profunda melancolía, al advertir que muchos de los títulos que fueron importantes para ti, incluso algunos que conservas en tu casa como ventanas al pasado, a la juventud y la felicidad lectora, resultan hoy difíciles de encontrar. Ya no puedes ni recuperarlos ni regalarlos.
Buena parte de ellos, o casi todos, se fue quedando atrás en el torbellino de las novedades editoriales, en la masiva invasión de inmediatez que hoy nos abruma, siendo difícil seguir su rastro excepto en casos afortunados, cuando una búsqueda minuciosa, o el simple azar, acaban haciendo que te cruces con ellos en una polvorienta librería de viejo, en un tenderete de la cuesta Moyano, en algún buscador de Internet. Todo lector veterano, contumaz, sabe a qué me refiero: a ese relámpago de dicha, a esa sonrisa entre nostálgica y feliz que surge al reencontrar lo perdido.
Una colección ideal de libros clásicos de aventuras
Acariciando los lomos ajados de los supervivientes, deshechos de tanto como fueron leídos, de tantas mochilas, viajes, noches de insomnio, tardes de playa o días de invierno en los que te hicieron compañía, intuyes que privar a la gente de ese placer, esa felicidad y esos libros es dejar huérfanos de algo importante a los lectores que hoy buscan libros hermosos.
De todo eso era consciente cuando, con un pequeño grupo de amigos entusiastas, decidí, o decidimos, crear el portal zendalibros.com: un lugar que en sus seis años de extensa y exitosa vida en las redes sociales nos ha proporcionado muchas y variadas satisfacciones; aunque tal vez la más interesante, la más intensa, haya sido poner en contacto estrecho, hacer más próximas y directas, las inquietudes de los lectores de habla hispana de todo el mundo.
Y de ese modo, compartiendo con ellos libros y autores, viéndolos contar sus lecturas, gustos, deseos, experiencias, comprendimos que un viejo sueño editorial, el de recuperar una colección ideal de libros clásicos de aventuras, no sólo era algo que nos ilusionaba a nosotros, sino también a miles de seguidores. Era posible, concluimos. Y puesto que lo era, debía hacerse.
El resultado, hoy, ahora, se llama Zenda-Edhasa. Con este nuevo sello hemos querido recobrar aquellas grandes historias, devolverlas de las bibliotecas a las mesas de novedades de las librerías, a fin de que el lector pueda encontrar otra vez aquellos libros de fondo agotados que raramente se editan, o que andan dispersos. Crear, en fin, una línea editorial que permita acceder a buena parte de ellos. A cuantos podamos rescatar, poniéndolos a salvo de la oscuridad y el olvido.
Novelas dirigidas a jóvenes y mayores
Por supuesto, no pretendemos el monopolio de nada. Ni siquiera perseguimos un canon. Nuestro objetivo es más modesto; sentimental, incluso. Recuperar lo que podamos. Por fortuna, la mayor parte de los grandes clásicos de la literatura se siguen editando con normalidad, y el lector actual encuentra sin dificultad muchas de las obras que hacen progresar intelectualmente, producen gran impacto lector y son indispensables para la formación del ser humano en cualquier época de la historia y en cualquier momento de su vida.
Pero, y ése es el territorio por el que Zenda-Edhasa ha decidido transitar, también existen otros libros erróneamente considerados menores, pero que marcan tanto o más que las obras cumbre de la literatura; pues su función es abundar en el corazón del joven, en la mirada del aventurero precoz que justamente empieza a moverse por el mundo entre los volúmenes de una primera biblioteca.
Y no sólo a él, porque esos mismos libros también son capaces de devolver al lector curtido con el bagaje, la experiencia y las otras lecturas que la vida le ha ido dando, al lugar donde tal vez, o muy probablemente, comenzó todo. A hacerle visitar de nuevo, ahora con la mirada de los años, aquellos libros que tal vez, o probablemente, señalaron el camino que luego iban a jalonar tantos otros.
A ese doble lector va dirigida esta colección: al primerizo hambriento de novedades, que aún ignora que lo moderno es lo olvidado y que quizás no podría encontrar esas aventuras en otro lugar, y al veterano a quien se invita a una segunda incursión pausada, lúcida, puede que melancólica, pero tan feliz como puede serlo el reencuentro con los viejos amigos, personajes y peripecias que nunca se borraron por completo de su memoria.
Inaugurar nuevas bibliotecas y reconstruir bibliotecas perdidas
Pero no es sólo eso. En la creación de este nuevo sello editorial late un deseo deliberado de reconstrucción de aquellas primeras bibliotecas de antaño. Y es que, mientras los grandes títulos permanecen, pues de una u otra forma siguen presentes en la fase escolar, aquellos otros libros de juventud raramente se conservan.
Fueron leídos en bibliotecas públicas, se perdieron o pertenecían a otros, eran prestados por amigos, hermanos y profesores, o compartidos, y de un modo u otro acabaron desapareciendo de nuestras vidas. Pocos lectores veteranos tienen la fortuna de conservar sus primeros libros. A veces algunos pudieron salvarse, pero casi nunca todos.
Por eso esta colección aspira a un doble objetivo: inaugurar nuevas bibliotecas y reconstruir bibliotecas perdidas. Esto ha sido posible gracias a la propia naturaleza de los creadores de Zenda-Edhasa, pues en el proyecto se concitan dos factores favorables: uno es la presencia de dos jóvenes editoras, Penélope Acero, de Edhasa, y María José Solano, de Zenda. Dos lectoras de los años 80 y 90 que podríamos llamar de segunda generación, entusiastas devoradoras de unos libros que su voracidad lectora mantiene todavía recientes, frescos, latiendo muy vivos en su vida y su memoria.
Por otra parte, y completando el equipo, estamos dos veteranos, Daniel Fernández y yo mismo, que leímos con avidez aquellas obras en los años 50 y 60, cuando ni Penélope ni María José habían nacido. Tanto Daniel como yo, durante toda nuestra vida de libros, hemos trabajado y vivido, cada uno con sus medios y a su manera, con el afán de recuperarlos: Daniel editando y yo escribiendo novelas, donde los ecos de las historias leídas en la juventud estuvieron, o están, siempre muy presentes.
Creo, en fin, que ya está todo dicho. Zenda-Edhasa nace, por tanto, con ese doble objetivo: hacer posibles nuevas y quizá primeras bibliotecas, y reconstruir aquellas mágicas, asombrosas, añoradas bibliotecas perdidas. Por eso no queda sino desear a los lectores felices horas, felices páginas, felices aventuras. En suma, felices libros.