El 15 de abril de 2019 la catedral de Notre-Dame, emblema histórico de Francia y de Europa,
fue devorada por las llamas. Un devastador incendio del que fue testigo el mundo entero
gracias a la televisión, que sin embargo, no consiguió echar abajo el templo gótico, el cual
consiguió sobrevivir manteniendo sus cimientos intactos.
Un día después de la tragedia, las autoridades francesas se apresuraban a declarar que la
catedral parisina se había salvado por minutos de la destrucción total . Los bomberos habían
conseguido salvar la estructura del templo y las torres de la fachada principal rociándolas con
agua y consiguiendo así enfriarlas.
Todo ello a pesar de la lentitud a la hora de reaccionar desde el momento en que se produjo el
fuego. Y es que pocos minutos después de comenzar una misa a la que asistían 700 fieles, se
iluminó un piloto rojo que avisaba de que había fuego en el templo.
La persona encargada de verificar esa alarma se limitó a comprobar las estancias de la sacristía. No se le ocurrió pensar que las llamas podían estar empezando a propagarse desde el ático del histórico edificio.
Treinta minutos pasaron desde ese primer aviso hasta que se tomó conciencia del desastre
que se avecinaba y se alertaba a los servicios de emergencias; y cincuenta y dos tardó el primer
destacamento de bomberos en llegar al lugar de los hechos.
Como en su momento publicó The New York Times, “Notre Dame estuvo más cerca del derrumbe de lo que la gente sabe”.
El propio primer ministro francés, Emmanuel Macron, se desplazó a Notre-Dame y en un
gabinete de crisis improvisado en una comisaría de policía cercana, el jefe de los bomberos de
París advirtió de que la única oportunidad de controlar el incendio pasaba por enviar a un
grupo de hombres a la torre norte para frenar el discurrir de las llamas.
Se advirtió a esos hombres de lo arriesgado de la misión, que ponía en juego sus vidas.
Veinte experimentados bomberos subieron los 322 escalones de la torre, accedieron al campanario, donde se encontraba el corazón del fuego, y lograron sofocarlo. Una maniobra
que sin duda evitó que Notre Dame colapsara.